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donde tengo de esconderme.
INÉS: Donde estar mejor podréis
es en aquella alacena
de vidrios.
BEATRIZ: Has dicho bien.
ALONSO: ¡Lindo búcaro del duque
o de La Maya seré!
¿Yo en alacena de vidrios?
¡Voto a Dios!
BEATRIZ: Preciso es.
INÉS: Entrad.
ALONSO: Sin un calzador
no es posible.
INÉS: Entra también.
MOSCATEL: ¿Es alacena de dos
como mula de alquiler?
Éntranse en una alacena, québranse vidrios y salen don
PEDRO, LEONOR y don JUAN
INÉS: Mirad que quebráis los vidrios.
PEDRO: Hola, unas luces traed
a esta sala.
JUAN: (¡Vive Dios, Aparte
que no sé lo que he de hacer
si halla a don Alonso aquí
don Pedro! Que yo bien sé
que no tiene el cuarto puerta
por donde salir, y en fe
de haberle empeñado yo,
y ser mi amigo también,
no sé, como llegue a verle,
qué remedio puede haber).
LEONOR: (¡Oh, nunca hubiera inventado Aparte
la venganza que busqué,
pues empezando de burlas,
tan de veras viene a ser!)
PEDRO: Aquestas noches, don Juan,
¿a qué hora os recogéis?
JUAN: Temprano. (Aquesto es decirme
que me vaya, y fuerza es.
En grande peligro dejo
a don Alonso, por ser
mi amigo; el estarme aquí
no es posible; lo que haré
será estar siempre a la mira
de lo que ha de suceder).
Quedá a Dios.
PEDRO: Adiós. Alumbra
al señor don Juan, Inés.
JUAN: No habéis de salir de aquí.
Va INÉS alumbrando, y vase don JUAN
PEDRO: Yo sé bien lo que he de hacer.
Vase don JUAN
LEONOR: (¿Adónde Beatriz habrá, Aparte
pues yo no lo puedo ver,
a don Alonso escondido?)
BEATRIZ: (¡Que tantos sustos me dé Aparte
un hombre que no conozco!)
Vuelven don PEDRO e INÉS con la luz; a tiempo que se quiebra
un vidrio, déjase INÉS caer la luz
PEDRO: Entra aquesa luz, Inés,
en mi cuarto.
LEONOR: (Ahora sin duda Aparte
da en su aposento con él).
PEDRO: Entrad conmigo las dos,
que os tengo que hablar...mas ¿qué
es aquello?
Déjase caer el candelero INÉS
INÉS: El candelero
se me cayó.
PEDRO: ¡Que no estés
nunca, Inés, en lo que haces!
INÉS: Sí estoy, señor.
Vanse don PEDRO y LEONOR
BEATRIZ: Oye, Inés;
pues mi padre se recoge
tan presto, haz al punto que
salgan de ahí aquestos hombres
sin que lo llegue a entender
Leonor.
INÉS: No lo entenderá.
Mas dime cómo ha de ser,
que mi señor no bajó
con don Juan por ser cortés
tanto como por cerrar
las puertas.
BEATRIZ: Procura hacer
que salgan como pudieren.
Vase BEATRIZ
INÉS: Ya por donde salgan sé.
--Mis aprensados señores,
bien desdoblaros podéis.
ALONSO: ¡Vive Dios, que si no fuera,
pícaro, por no sé qué,
que te matara!
MOSCATEL: No pude
más, si los vidrios quebré,
que eran vidrios, en efecto.
INÉS: Venid conmigo.
ALONSO: ¡Ay, Inés!
Si fuera por ti el secreto,
fuera empleado más bien.
MOSCATEL: No fuera sino es más mal.
ALONSO: ¿Qué ahora de temor estés?
Vamos.
A INÉS
Mas, por no perder
ocasión, toma un abrazo.
MOSCATEL: (Cordero en brazos de Inés, Aparte
el hombre le vio mil veces,
pero sola aquesta vez
es el abrazado el hombre
y el cordero el que lo ve.
INÉS: Salgamos presto de aquí.
ALONSO: ¿Quién dice que no?
INÉS: Que aunque
mi señor cerró las puertas,
bien salir los dos podréis;
arrojaos sin que os sientan
por este balcón. Ea, pues.
ALONSO: ¿Eso tenemos agora,
Inés? ¿Balconear, después
de una alacena?
INÉS: Esto es fuerza.
MOSCATEL: Y digas, la tal Inés,
¿es muy alto?
INÉS: Del segundo
cuarto no más; no aguardéis.
ALONSO: ¿Mas que me quiebro una pierna?
Hombres que enamoráis, ved;
si estos lances en quien ama
se dejan aborrecer,
en quien no ama, ¿qué será?
¡Mal haya quien quiere bien!
Vanse
FIN DEL ACTO SEGUNDO
ACTO TERCERO
Salen INÉS y BEATRIZ
INÉS: Porque del balcón habiendo
los dos Luzbeles caído...
BEATRIZ: ¡Ay, Dios! ¿Cómo, Inés, ha sido?
INÉS: ...llegaron con mucho estruendo
unos hombres, pretendiendo
conocerlos, y después
repararon (tanta es
de amo y mozo la destreza)
el uno con la cabeza
lo que el otro con los pies.
BEATRIZ: ¿Qué dices?
INÉS: Lo que ha pasado.
BEATRIZ: ¿Quién, Inés, te lo contó?
INÉS: Cuanto he referido yo
relación es de un crïado
del galán de pie quebrado,
como copla, que por ti
saltó del balcón.
BEATRIZ: Y di:
¿quién le vulneró?... le ha herido,
digo.
INÉS: Eso no se ha sabido.
BEATRIZ: ¿Doliente en fin yace?
INÉS: Sí;
pierna y cabeza llevó
quebradas, aunque ya está
mucho mejor.
BEATRIZ: ¿Quedará
claudicante?
INÉS: ¿Qué sé yo
que es claudicante? ¡Que no
has de perder vicio tal!
BEATRIZ: ¿Hay demencia? ¿Hay tosca igual?
Di, ¿el claudicante no es
hombre de alternados pies
que se ambula desigual?
INÉS: No sé lo que es ni que no;
sólo sé, de temor llena,
que ha estado herido.
BEATRIZ: (Su pena, Aparte
¡ay de mí!, padezco yo.
¿Qué pócima que bebió
--¡Qué delirio! ¡Qué ardimiento!
¡Qué ultraje! ¡Qué tormento!--
el alma por el oído
que la concibe un sentido,
y la aborta un sentimiento?
¿Qué es lo que pasa por mí?
Pero si yo de mí sé,
yo misma me lo diré.
Conjurado contra mí
al dios de los necios vi,
por ver cuánto baldonaba
su deidad; y cuando estaba
más fiera en la ofensa mía,
ya los efectos sentía
de las causas que ignoraba.
Un hombre en mi cuarto entró
de mis ansias informado,
resuelto y determinado.
Acción fue que me obligó
al compás que me ofendió,
pues si ofensa el amor piensa,
la acción ser en mi defensa
la construye obligación.
Luego compatibles son
la obligación y la ofensa.
Vino mi padre, y aquí
trágica mi historia fuera
si cortés no obedeciera
los preceptos que le di.
Por mí escondido, y por mí
precipitado y caído,
quedó de otra mano herido;
pues si iguales llego a ver
que sentir y agradecer,
¿cuál será lo preferido?
Es decir que su mal siento
ilícito a mi valor
y lícito no a mi amor
faltarme agradecimiento;
sentir por mi parte intento
que a mí se pueda atrever;
por la suya, que a tener
llegue por mí tal pesar;
y temo acabar de amar
donde empiezo a agradecer).
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