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excluyese las luchas. Aparecían dos escenas con combates individuales: debían ser
incidentes importantes en una historia o leyenda desaparecida para siempre. En la
primera un macho sujetaba una especie de cuchillo, mientras que el otro blandía una
inconfundible hacha de madera. En la segunda, los enemigos aparecían armados con
pistolas primitivas que seguramente estaban destinadas a servir de ayuda contra
animales peligrosos..., puesto que en el fondo se veían vehículos a vapor y cables de
conducción eléctrica.
Las ocupaciones a través de los siglos también estaban recreadas, algunas
reconocibles, como la agricultura y la carpintería; otras sólo podían ser adivinadas.
(¿Ceremoniales? ¿Científicas? Los muertos no pueden hablar.) Pero ni la caza ni la
ganadería estaban entre ellas, excepto el pastoreo de una especie que obviamente
proporcionaba lana, ni tampoco las trampas, la pesca o la carnicería.
Todo encajaba con la pista más básica de todo aquello: la dieta. En Dathyna la
inteligencia había evolucionado entre los herbívoros. Aunque no es corriente, esto ocurre
a veces y se conocen ya ciertos principios generales. Los seres sensibles vegetarianos no
tienen almas más puras que los carnívoros o los omnívoros; pero sus pecados son
distintos. Entre otras cosas, mientras algunas veces pueden institucionalizar el duelo o
aceptar una alta proporción de crímenes pasionales, no inventan la guerra
independientemente y encuentran repugnante todo el concepto de la caza. Como norma
general son gregarios, y sus unidades sociales  familias, clanes, tribus nacionales o
grupos de más difícil nomenclatura se funden fácilmente en grupos mayores al
aumentar las comunicaciones y los transportes.
Los shenna violaban todas esas reglas. Mataban por diversión, dividieron su planeta en
patriar-quías, construyeron armas y naves de guerra y amenazaban una civilización
vecina que nunca les había ofendido... En resumen, pensaba Chee Lan, actúan como los
humanos. Si podemos comprender lo que les hizo aparecer en este mundo en un tiempo
floreciente, quizá entendamos lo que debemos hacer con ellos.
O, por lo menos, lo que ellos quieren hacer con respecto a nosotros:
Sus pensamientos fueron interrumpidos por el comunicador. Era un artificio incrustado
en los huesos para no ser interceptado, los clics del código resonaban en su cráneo con
más fuerza de lo normal.
 Vuelve ahora mismo.
Ni ella ni Falkayn hubieran transmitido en caso de emergencia. Chee conectó su
propulsor y se deslizó por la puerta.
Las estrellas relucían frígidas, la aurora bailaba en extrañas figuras, el desierto rodaba
lúgubremente debajo de ella. Sin ninguna señal de hostilidad a su alrededor y ningún
aviso de que hubiera enemigos cerca de la nave, bajó la máscara facial y voló al máximo
de velocidad. El viento la balanceaba y la mordía. Eran unos largos centenares de
kilómetros.
Muddlin Through yacía en el fondo de un cañón seco donde los arbustos la escondían.
Chee pasó oblicuamente al lado de los restos de la pequeña comunidad sobre su borde,
donde Falkayn estaba realizando excavaciones. Al descender a las sombras encendió su
lámpara y sus anteojos de rayos infrarrojos. Aún no había observado nada que obligara a
tomar precauciones, pero para un carnívoro como ella eso era algo instintivo. Las ramas
se le clavaban, las hojas crujían, apartó las ramas y revoloteó delante de una compuerta.
Los sensores de Atontado la identificaron y las válvulas se abrieron. Se lanzó al interior.
 ¡Dave!  gritó . ¿Qué es lo que sucede, por el llameante nombre de Tsucha?
 Muchas cosas  su voz por el intercomunicador nunca había sido más lúgubre .
Estoy en el puente.
Podía volar por el vestíbulo y el corredor, pero era casi igual de rápido y más
gratificante utilizar sus músculos. De nuevo un cuadrúpedo, con la cola erguida, las garras
brillantes y los ojos convertidos en una brasa verde, recorrió la nave a gran velocidad y se
dejó caer en su asiento.
 ¡Nigor! gritó.
Falkayn la contempló. Puesto que mientras ella estaba fuera con él no dormía, llevaba
puestos los polvorientos atuendos de un día de trabajo que también había ennegrecido
sus uñas y acartonado su piel. Un rizo de cabello blanqueado por el sol le colgaba sobre
una sien.
 Se ha recibido un mensaje  le dijo. [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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