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Despus de una pausa, dije: - Qu opina usted? Por qu el general ha tenido tanto miedo, por qu
han exagerado tanto todos el alcance de mi chiquillada? Pues la han abultado tanto que Des Grieux
enpersona ha juzgado necesario intervenir -no interviene ms que en loscasos graves-, me ha hecho una
visita - Des Grieux a m!-. Me harogado, suplicado - l!-. En fin, fjese usted en esto: ha venido a
lasnueve de la maana, y la carta de miss Paulina estaba ya en su poder.Cundo la escribió? Quizs
han despertado a miss Paulina por eso!Adems, aparte el hecho de que miss Paulina es su esclava -es,
al menos lo que deduzco, pues llega incluso a pedirme perdón-, aparte eso,qu tiene ella que ver,
personalmente, en el asunto? Por qu se interesa hasta ese punto? Por qu han tenido miedo de un
barón cualquiera? Qu importa que el general se case o no con la seorita Blanche? Dicen que deben
comportarse de un modo especial a causa de esta circunstancia... Pero convenga conmigo en que esto
es demasiado raro! Qu opina usted? Leo en sus ojos que usted sabe ms detodo esto que yo.
Mr. Astley sonrió y asintió.
-En efecto, creo estar mejor informado que usted acerca de eso-dijo-. Todo el asunto atae nicamen-
te a la seorita Blanche, y puedoasegurarle que digo la verdad.
- Entonces, la seorita Blanche? -exclam con impaciencia.
Haba sentido, de pronto, la esperanza de saber algo acerca de laseorita Blanche.
-Yo creo que la seorita Blanche tiene, ahora, un inters particular en evitar cualquier encuentro des-
agradable y, lo que es peor...escandaloso.
- Eh, eh!
-Hace dos aos la seorita Blanche estaba aqu, en Ruletenburg,en plena temporada. Yo me hallaba
aqu tambin. En aquel tiempo, laseorita Blanche no se llamaba seorita de Cominges, ni tampoco
laacompaaba entonces su madre de ahora, la seora viuda de Cominges. Al menos no se hablaba
jams de ella. Des Grieux tampoco estaba aqu. Estoy persuadido de que no son parientes, que no se
hanconocido hasta hace poco. Des Gricux es un marqus de nuevo cuo,se le ha concedido el ttulo en
fecha reciente; cierta circunstancia mepermite afirmarlo. Incluso lo ha adoptado tambin recientemente.
Conozco aqu a alguien que le ha conocido usando otro nombre.
-Pero l, positivamente, cuenta con muy buenas relaciones.
-Es posible. La seorita Blanche misma puede tambin tenerlas.Pero hace dos aos, por denuncia de
esa misma baronesa, la seoritaBlanche fue invitada por la polica a abandonar la ciudad, y tuvo
quehacerlo.
- Cómo fue eso?
-Se haba presentado aqu, en compaa de un italiano, un prncipe que llevaba el histórico apellido de
Barberini, o algo por el estilo,un personaje cargado de sortijas y diamantes autnticos. Llevaba
unesplndido tren de vida. La seorita Blanche jugaba al treinta y cuarenta. Comenzó ganando, pero
luego la suerte le volvió la espalda.Recuerdo que una noche perdió una cantidad muy importante.
Paracolmo de desgracias, una maana su prncipe desapareció no se sabecómo. Ella deba una aterra-
dora cuenta en el hotel. La seorita Zelmade Barberini -se haba metamorfoseado en Zelma- se entregó
a la mssombra desesperación. Gritaba y sollozaba por todo el hotel, y en sufuria desgarraba sus
vestidos. Pero viva en el hotel un conde polaco-todos los polacos que viajan... son condes-, y la
seorita Zelma, desgarrando sus vestidos y araando su rostro con sus bellas uitas sonrosadas, le
produjo cierta impresión. Entablaron conversación y durante la comida ya se haba ella consolado. Por
la noche, l apareció en el casino dndole el brazo. La seorita Blanche sonrea, segn su costumbre, y
sus modales eran ms desenvueltos. Se agregó en seguida a esta categora de fervientes a la ruleta que,
al acercarse al tapete verde, empujan con el hombro a un jugador para procurarse sitio. Es la especiali-
dad de esas damas. Ya lo habr usted notado, sin duda.
- Oh, s!
-No vale la pena tampoco fijarse en ello... Con el consiguientedisgusto del pblico correcto se las
tolera aqu. Por lo menos a las quecambian todos los das en la mesa billetes de mil francos. Por
otraparte, en cuanto dejan de cambiar billetes, se les ruega que se retiren.La seorita Zelma continuó
cambiando, pero fue todava ms desgraciada. Advierte usted que esas seoras tienen a menudo suerte.
Poseenun sorprendente dominio de s mismas. En fin, mi historia terminaaqu. Un da el conde desapa-
reció, igual que el prncipe. La seoritaZelma fue a jugar sola por la noche. Aquella vez no hubo quien
leofreciera el brazo. En dos das quedó completamente arruinada. Despus de arriesgar y perder su
ltimo luis de oro, miró en torno y vio albarón de Wurmenheim, que la examinaba con una atención
indignada. Pero la seorita Zelma no reparó en esa indignación y, dirigindose al barón, con una sonrisa
profesional, le rogó apostase por ella diezluises al rojo. Poco despus, y debido a una denuncia de la
baronesa,fue invitada a no dejarse ver ms por el casino. Le extraa tal vezque yo conozca todos esos
escandalosos detalles? Los s por Mr. Fider,mi pariente, que condujo a Spa, aquella noche misma, en
su coche, ala seorita Zelma. Ahora comprenda usted: la seorita Blanche quiereser generala, sin duda
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