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especie soberana, y lo que este canaco ha hecho, también puedes hacerlo tú. ¡Hazlo! Despréndete
de las ropas que te sean un estorbo en este clima cálido. Lánzate y lucha contra el mar; haz volar
tus pies con la pericia y la fuerza que hay en ti; desafía las rompientes, domínalas, y cabalga sobre
ellas como lo haría un rey.
Y así es cómo decidí que probaría el surf. Y ahora que ya lo he practicado estoy más convencido
que nunca de que se trata de un deporte para reyes. Pero antes déjeme que explique un poco su
física. Una ola es una ondulación. El agua que forma el cuerpo de la ola no se mueve. Si lo hiciese,
cuando tiramos una piedra a un estanque y las ondas se expanden hacia los bordes formando
círculos cada vez mayores, en el centro se iría formando un agujero cada vez mayor. No, el agua
que forma parte del cuerpo de la ola es estacionaria. Por lo tanto, si observa una determinada
porción del océano, verá como la misma agua sube y baja miles de veces por la agitación que le
transfieren las sucesivas olas. Ahora imagínese que esta ondulación avanza hacia la orilla. A
medida que el fondo va ascendiendo, la parte inferior de la ola es la primera en rozar tierra y se
frena. Pero el agua es un fluido, y la parte superior no roza contra nada, por lo que seguirá avan-
zando y comunicando su agitación. Y cuando la parte superior sigue avanzando mientras que la
inferior empieza a retrasarse sucede algo. El fondo de la ola sale de debajo y la parte superior cae
hacia delante y hacia abajo formando crestas y rugiendo. Todas estas rompientes se generan
cuando la parte inferior de la ola roza contra el fondo. Pero la transformación de suave ondulación
a rompiente sólo es violenta si el fondo asciende de forma brusca. Si el fondo asciende
uniformemente desde un cuarto de milla hasta una milla, entonces ésta será la distancia que
ocupará la transformación. Así es el fondo que se encuentra ante la playa de Waikiki, y esto hace
que se produzcan unas olas ideales para cabalgar sobre ellas. Uno se monta sobre el dorso de una
rompiente justo cuando empieza a romper, y continúa sobre ella mientras sigue rompiendo durante
todo el recorrido hasta la orilla.
Veamos ahora algo acerca de la física del surf. Súbase en una tabla plana de unos dos metros de
longitud por setenta centímetros de anchura y con una forma ligeramente ovalada. Échese sobre
ella como un niño en una colchoneta y reme con las manos hasta llegar a aguas más profundas,
que es donde las olas empiezan a formar su cresta. Quédese allí y permanezca tranquilamente
echado sobre su tabla. Una ola detrás de otra irá rompiendo delante, detrás, por encima y por
debajo de usted y avanzarán hacia la orilla dejándole atrás. Cuando una ola forma la cresta se
vuelve más vertical. Imagínese a usted mismo, en su tabla, situado en la cara de esta empinada
ladera. Si la ola estuviese quieta, usted se deslizaría hacia abajo igual que un niño con un trineo en
una colina nevada. «Pero -dirá usted-, la ola no está quieta.» Muy cierto, pero el agua que forma
parte de la ola sí que está quieta, y ése es el secreto del asunto. Si usted empieza a deslizarse por la
ola nunca llegará a su seno. No se ría. Puede que la ola no tenga una altura de más de dos metros,
pero podrá descender por ella durante un cuarto de milla, o media milla, sin llegar a su punto
inferior. Esto se debe a que, dado que la ola es solamente una ondulación, y dado que el agua que
forma parte de la ola cambia a cada instante, entra agua nueva en ella con la misma velocidad con
que se desplaza la ola. Usted se desliza por esta agua nueva, pero permaneciendo en la misma po-
sición con respecto a la ola, deslizándose de nuevo por el agua que va entrando para pasar a
formar parte de ella. Usted se deslizará a la misma velocidad con que avance la ola. Si la ola
avanza a quince millas por hora, usted se deslizará a quince millas por hora. Entre usted y la playa
hay un cuarto de milla de agua. A medida que la ola avanza, el agua es forzada a entrar en ella, la
fuerza de la gravedad se encarga del resto, y... allá vamos, deslizándonos a lo largo de toda la ola.
Si cuando esté deslizándose por una ola sigue recordando este principio de que el agua se mueve
con usted, estire los brazos e intente remar con ellos; notará que si quiere conseguir algo de
impulso tendrá que moverlos con gran rapidez, pues el agua penetra hacia delante con la misma
velocidad a la que avanza su tabla.
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